Frágil ciudad del tiempo. Editorial Universidad de Valencia, 1977. AGOTADO.
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Cuando se retira el mar,
el pájaro de vidrio azul
del horizonte,
toda palabra ya es inútil,
todo destino es resistir
en esta orilla
el mundo veloz de mármol.
Cuando se retira el mar
sólo quedan las ruinas.
Las ruinas, el solar inmenso de la noche
sin murallas,
pórtico del sueño
cuando ya ninguna imagen
devuelven los espejos
en las habitaciones de la casa,
ni el mármol brilla
en los rincones del jardín.
Todo en soledad lo aceptas.
Las ruinas, rosa que los días
han rasgado,
viejas palabras que llegan hasta ti
como olas de un mar que nada dice
y te retiene entre sus aguas poderosas.
¿Para qué añadir entonces más otoño a este paisaje
si hay tanta muerte en las estrellas?
Es inútil repetir en otros cuerpos este rito,
volver a aquel tiempo,
único como pétalo cerrado.
Frágil ciudad del tiempo si es tarde,
sobre un alba presagiada en cada olvido
tu presencia al fondo se abandona
como una irrenunciable despedida.
Celebración de un cuerpo horizontal. Editorial Libros Dante, 1978. AGOTADO.
EL
REGRESO
Noche de oro, noche de silencio,
ya vienen los viejos lobos del sueño
con su escaso pelaje cubierto de heridas,
ya baja por el bosque la luna
arrastrando su vientre amarillo;
luna del deseo, hecha frío aliento de
plata,
río inclemente que lleva cenizas,
olvidadas canciones,
cálido atardecer de otoño poniendo cerco
al jardín.
Luz desnuda viene a poblar las llanuras
sin límite
de voces ocultas, de ávidas formas sin
cuerpo.
Pronto llegarán las aguas a la puerta de
casa,
mancharán de barro los muros, la alacena
profunda,
vendrán las lluvias a oscurecer
los ventanales más altos,
y cuando al fin el viento seco entre a
las calles
y el sol de la mañana otra vez duerma en
las fuentes,
quedará en los dedos, como si fuese un
reclamo,
la sombra azul de los pájaros muertos.
La hora transparente. Editorial Fernando Torres, 1985. AGOTADO.
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Entonces enmudecerán los pájaros y se descubrirán los espacios
infinitos,
las enormes llanuras del ojo al fin desnudo,
vendrán las lluvias otra vez para borrar el sueño,
para sacudir la raíz de los cuerpos sin memoria,
para apagar el brillo del rostro que espía en la ventana,
vendrán la luz y el viento de una larga tarde sin memoria,
de un pasado incorrupto y repentino
como un toro de fuego para encender las voces,
los silencios de la casa y los manzanos en flor,
para sembrar de dudas la conversación en un extremo del jardín,
la mano que anuncia el café de media tarde,
para llenar de estupor los dedos que toman una servilleta,
la enorme galería junto al mar, los retratos en las habitaciones clausuradas,
la fragilidad del tiempo en los pasillos del hotel,
mientras afuera el viento de septiembre ya agita las palmeras
y un frío azul desciende un segundo en el salón de baile,
llegará desde lejos la noche para abrir las puertas todas
y sorprender la piedad del enfermo en las últimas estancias,
el momento del gozo en el dormitorio encortinado,
los pasos desnudos sobre el césped, la oración solitaria en la capilla,
el gemido del pequeño que en mitad de la noche se despierta,
se escuchará un precipitarse de aguas hacia bajo,
hacia la escalera que conduce al comedor,
un quebrarse de tablas en los pisos superiores,
un caer de loza y vidrio en las cocinas,
pero todo ocurrirá como en un sueño,
sin sonido,
como al salir de un sueño prodigioso los objetos seguirán en su lugar,
girando en torno a un eje indescifrable,
aunque nada seguirá en su lugar,
nadie que haya entrado una sola vez
podrá huir de este inaprehensible círculo de muerte,
nadie que esté en el secreto tendrá llave de la casa,
pues no habrá pará el infiel retorno,
no habrá más piedad para el desposeído,
será todo como un continuo regresar de lo Unico a lo Unico,
un aproximarse constante de los astros a la carne.
Ya nada podrá entonces la Palabra
y a nosotros nos ganará el silencio,
y a nosotros nos ganará el silencio,
y a nosotros nos ganará para siempre y nunca más
el absurdo silencio de los cuerpos que giran y giran sin destino.
Las ocasiones perdidas. Editorial Renacimiento, 1990.
ISBN 84-86307-29-5
SUPERPOSICIONES EN UNA TARDE DE
DOMINGO
Hoy entro en ti, casa, habitación sin
tiempo,
más que recuerdo eres, en este extremo de
la calle
que apenas si distingo, perdida en los
años
de la primera adolescencia, mezclada a las
ruinas
de la juventud que vendría después para
dejarte,
más que recuerdo eres vida que de pronto
se detuvo,
que renunció a seguir siendo con su vieja
mansedumbre.
Casa aquella, esta de hoy, cuya luz apenas
si distingo
en las tardes del sábado, en el comedor a
oscuras,
en los tejados vecinos de las desiertas
horas;
te han levantado los huesos contra el
aire,
han cubierto tu cuerpo con pasillos y
balcones,
mas tú continúas creciendo siempre
en la piedra luminosa de tu ausencia.
Hasta mí llegas agotada ya por el girar
del tiempo ido,
por el silencio en la estación de las
lluvias
y el derrumbarse del placer con las
paredes;
hasta mí llegas; y cómo entro ahora en tus
brazos,
cómo te pierdes en las habitaciones sin
nadie,
en las terrazas sin nadie, en las puertas
sin nadie,
cómo me he perdido para siempre entre los
años,
mientras tú sigues creciendo, oh madre
poderosa, ciega luz de exilio,
en la tierra delgada de la muerte.
Oscura como la carne. Editorial Renacimiento, 1992.
ISBN 84- 86307-65-1
LA CARNE
La mujer golpeaba con el
cuchillo en la mesa de mármol,
una y otra vez apartaba
el cuchillo y lo dejaba caer.
Junto a ella una puerta
de hule daba paso al interior de la casa.
Una anciana miró a la
calle. Dijo algo que nadie entendió.
El viento arrastraba
papeles, llenaba de polvo los coches.
Comenzó a llover en ese
momento y la mujer levantó la cabeza
y se apartó el pelo del
rostro.
La mujer hablaba y la
mujer seguía golpeando con fuerza en la mesa.
Entró un perro sin dueño
y una niña se refugió detrás de su madre.
Y la mujer levantaba el
cuchillo y lo dejaba caer.
De la puerta de hule
llegó una corriente fría de aire,
un olor muy dulce a
carne prensada y cocida.
Y la mujer levantaba el
cuchillo y la mujer hablaba
y la mujer dejaba caer
el cuchillo.
Del interior de la casa
provenía un chasquido de dientes de sierra.
Y la mujer se secaba el
sudor de la frente con la mano derecha
y con la misma mano
apartaba pedazos de vísceras
y los arrojaba al cesto
que tenía a sus pies.
Y la mujer arrojaba en
el cesto pedazos de vísceras.
Alguien comentó algo de
una revista de moda, pero nadie escuchó.
(Y la mujer levantaba el
cuchillo
e inmediatamente lo
dejaba caer.)
De cuando en cuando se
oía el crujir de los huesos
que la mujer quebraba
con enorme fuerza y destreza;
y la mujer levantaba el
cuchillo
( en la palmera de
enfrente se posó un pájaro gris,
cruzaron la calle
corriendo dos niños y se apagó la luz de una farola)
y lo dejaba caer
( y con todas sus
fuerzas lo dejaba caer.)
Y entre los dos
movimientos miré a mi lado
y nadie había a mi lado.
Amanecer clandestino. Editorial Pre-Textos, 1998.
ISBN 84-8191-187-9
ISBN 84-8191-187-9
MEDITACIÓN
ANTE UNA OBRA DE F. BACON
Perro, 1952
De golpe le ha caído el mundo encima
y hace un momento miraba en todas
direcciones
buscando al animal de cuerpo entero
que seguramente por este lugar anduvo.
Como una silla vieja abre las patas,
hecho un ovillo de sombra a punto de
rodar
entre su solitario hocico y sus
costillas.
Está quieto como un faro, quizá
sorprendido
de verse en esa frágil actitud de huida
un segundo anterior a toda congelación
de inciertos sentimientos. En medio de sí
mismo,
el mundo le da vueltas, intenta situarlo,
atraparlo en su feroz geometría,
se le apagan los lentos carbones de los
ojos,
el aire le entra ya dificultosamente.
Quizá ha venido hasta aquí a declarar sus
cuentas
pidiendo disculpas por mantenerse en pie
y olisquea aún la sombra como quien no
puede
renunciar tan pronto a un bien preciado.
En un lugar extraño. Editorial Pre-Textos, 2007
ISBN 978-84-8191-801-4
HOY TODO ME CONDUCE A SU CONTRARIO
Hoy todo me conduce a su contrario.
La frente que levanto tropieza con el aire.
Los ojos con que miro me están mirando antes.
Si digo una palabra, sólo añado
algo que se parece sólo al silencio.
El pecho que me acoge en su interior
es cada día más mi tumba que mi pecho.
La mano que acaricia no tiene convicción:
está llena de antiguos desamparos.
Me persiguen sin tregua los pies con que camino.
Hoy todo me conduce a su contrario,
todo me lleva hoy de mí hasta mí mismo.
EN UN LUGAR EXTRAÑO: Me bastó ver la evocación de Ángel González que contiene una de las páginas en blanco que precede a tu libro, para saber que quería seguir leyendo.
ResponderEliminarEN UN LUGAR EXTRAÑO (Continuación): ... Y leí, releí y dí una vuelta de tuerca a todos tus poemas. Y los diseccioné. Pero los versos seguían estando vivos, tan vivos como mi atrevimiento. Doy fe.
ResponderEliminarImponente poetización de tritonos. I take my hat off to you.
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