lunes, 13 de julio de 2015

UNA MUDANZA LÍRICA, X



AUNQUE hace ya algunas semanas que he regresado aquí y estoy aquí rodeado del más absoluto silencio, me resulta extraño y anormal no haber escuchado nunca el subir o bajar del ascensor. Tampoco me he cruzado con nadie en el patio de entrada del edificio las veces que he salido a la calle brevemente a tomar un café o comprar algo en una tienda; ni siquiera cuando, para ampliar mi perspectiva, he paseado por la terraza, he descubierto sábanas, mantas o ropa más personal colgando de los cables del tendedero común. Pensándolo detenidamente, en realidad es muy posible que no viva ya nadie o casi nadie en estos pisos, en un primer momento debido a que al fallecer los padres o abuelos, los descendientes hace años que habitarán otros edificios y habrán formado nuevas familias, cuyos nuevos descendientes probablemente ignoren la existencia misma de este lugar alejado no sólo en el espacio, sino – lo que es definitivo- en el abismo del tiempo. Sin embargo, es igualmente posible que al llegar a cada uno el informe del Ayuntamiento, se haya producido una desbandada general, llena de malos presagios, bien para hacer oídos sordos al apremio, bien para ponerse a salvo de una imprevista ruina.
            Tampoco puedo despreciar una eventualidad bastante razonable desde un punto de vista meramente psicológico. Consistiría ésta simplemente en que por estar yo dedicado en cuerpo y alma a vigilar y perseguir cualquiera aparición del pasado en forma de recuerdo o cualquier intromisión del futuro en forma de indecisión y pánico, no haya estado atento a vigilar y perseguir con idéntica intensidad las incitaciones del presente, tales como el sonido del ascensor, un niño cantando o la llegada del cartero. La verdad es que prefiero no llegar a esta conclusión, porque ello significaría que sin poder apreciarlo, con enorme sutileza, poco a poco estoy siendo despojado de una realidad (un cierto tipo de realidad, una realidad evidente), que, por otra parte, me parece detestable y totalmente prescindible a pesar del prestigio que tiene, y aun más, que estoy siendo literalmente desposeído del conjunto de incitaciones que forman la madeja de mi realidad. Esta conclusión no es, desde luego, una simpleza despreciable, pues pudiera venir de la mano de otra todavía peor, y es que de modo inconsciente se ha ido apoderando de mí algo (es decir, algo) que, por expresarlo así, me ha desterrado violenta y conscientemente de la contemporaneidad, me ha ido sustrayendo poco a poco, atravesando niveles infinitesimalmente más pequeños, casi imperceptibles y cada vez más a menudo, de un mundo que ha dejado de pertenecerme. A imitación de ese pensamiento que sugiere que, de acuerdo con Schopenhauer, el lugar en que vivimos quizá sea ya el tan temido Infierno cristiano, pudiera haber sucedido que en este mismo instante esté yo domiciliado en otro nivel de lo que para entendernos comúnmente, según digo, denominamos provisionalmente realidad. ¿Es ésta, pues, una realidad hipotética, una auténtica meta-realidad, en la que yo no soy más que un puro teorema o, con mayor precisión, una parte minúscula de un gran Teorema en la mente de nadie? ¿Se habrá convertido finalmente esta casa, sin yo mismo haberme dado cuenta, en un símbolo de algo que PREVALECE sobre mi insignificante historia personal?
No lo podría decir con certeza.

13 comentarios:

  1. L'horreur du domicile14 de julio de 2015, 12:16

    Eres grande, Miguel. Conviertes esta prosa -de una sencillez extremadamente compleja- en algo absolutamente inteligible. Y controlas aspectos de los mecanismos de la conciencia personal de una manera asombrosa, implacable y magnífica.

    ResponderEliminar
  2. Será cierto el probablemente apócrifo chascarrillo sobre los pelos largos y las ideas cortas?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi enigmático amigo, vivo sin vivir en mí-

      Eliminar
    2. Pues acércate a mi mesa, compañero, y escribe, escribe, escribe...

      Eliminar
  3. Cuántas reflexiones te suscita esa casa y cuántas dudas sobre la realidad, algo tan frágil. Muy interesante e inquietante. Besos,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, Susana, justo y esencial como tus haikus. Ya sabes que esta serie recoge las impresiones que fui apuntando (y luego desarrollé) de un par de meses que viví en la que fue casa de mis padres. La casa, que había estado alquilada, se quedó vacía y huyendo de ciertas catástrofés volví a ella después de mucho tiempo. Supongo que es el prólogo a mi librete memorialístico.

      Eliminar
  4. Dilecciones menesterosas al paredón!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido amigo, ¿eres tú o soy yo?

      Eliminar
    2. No estoy segura, maestro, ¿acaso tú eres yo?.

      Eliminar
    3. O dicho en cristiano: ¿Quién de nosotros es quién?

      Eliminar
  5. Entre viejos y nuevos amigos28 de julio de 2015, 23:22

    Pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla, la mayor parte corre de arriba abajo en estas playas. Lo dijo Buda.

    ResponderEliminar
  6. Entre viejos y nuevos amigos28 de julio de 2015, 23:23

    Pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla, la mayor parte corre de arriba abajo en estas playas. Lo dijo Buda.

    ResponderEliminar
  7. JAVIER RUBIO MERCHANTE29 de julio de 2015, 15:15

    Javi, se te echó de menos. Anda Dios por ahí?

    ResponderEliminar