Cojo un autobús para ir el Centro. Debido a la festividad próxima de los
Reyes Magos se está organizando la cabalgata que recorre las principales calles
de la ciudad. Al llegar a la altura del Puente del Real, el autobús se detiene,
detrás de un batallón de coches, motos, bicicletas y demás vehículos, porque
han cortado las vías de acceso a la calle de la Paz. Los usuarios, nerviosos
(como yo mismo) porque no habían contado con esto, empiezan a protestar
airadamente desde el fondo. El conductor se levanta del asiento y se dirige al
público en general con estas palabras: A partir de aquí, me desvío por el
puente. Los que quieran bajar, pueden hacerlo ahora. Como la gente no
acepta de buenas a primeras la solución, las protestas van en aumento (ahora ya
desde casi todas partes). El conductor se levanta de nuevo y apoyándose con los
brazos en el respaldo, como el que se asoma a la tribuna de oradores, dice
verdaderamente enfadado: Miren, yo me cago en la Monarquía, pero a mí nadie
me hace caso. Y da la impresión de que este hombre hubiese estado esperando
toda la vida el momento en que pudiera decir estas palabras.
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