LA calle se encuentra detenida
entre la sombra,
pero abandonada a sí la luz se
multiplica
y crece como un lejano recuerdo
de luz
que se nutre y sobrevive de
aire solamente.
¿Amanece? Por respirar el polvo
de sol
permanecen abiertos postigos y
ventanas,
al fondo la torre de una
iglesia se deshace
y el cálido vacío se ensancha
cuanto puede.
Desde la perspectiva inexacta
de esta calle
el mundo sin brillo se resume
en un escorzo,
en un irrelevante deseo de ser
mundo
sin principio ni final ni nada
perdurable:
una tienda de tabaco, unas
farolas colgando
del fulgor tan sereno de un
cielo que no existe.
Sólo son un lejano simulacro de
vida,
fragmentos que ingenuamente
dicen una historia
nacida en el cuerpo de un
tiempo que no existe.
¿Aún amanece? Nadie sabe si es
la noche
lo que asoma detrás del primer
golpe de sombra.
Un carro tirado por un caballo
de carga,
una figura que observa a quien
está observando
como si entre uno y otro no
hubiese diferencias,
representaciones cotidianas de
una muerte
cuya obscenidad la hace del
todo irrelevante:
tosca como una obra cuyo final
se aplaza,
la deriva cierta de los años,
las ausencias,
aunque por su cercanía asombre
y humanice
y momentáneamente desoriente la
mirada.
Tampoco ha de ser severo
anuncio de la noche
la silueta solitaria que asoma
de frente,
ineludible como nota dada a
destiempo,
aún demasiado inexacta para ser
real
y demasiado irreal para ser
verdadera,
como es verdad sólo lo que un
día ha existido,
algún rostro próximo, las
sonrisas, los gestos,
una pared con sol en una
habitación vacía.
¿Se diría que amanece? Nada lo
asegura.
La mujer no es mas que un hueco
en medio de la calle,
una figura menor, un accidente
mínimo.
Parece que aguarde, que no
quiera molestar.
Y sin embargo, su única
presencia basta
para dar luminosa unidad a todo
el cuadro,
difícil olvidarla en su secreta
espesura,
imposible recordarla, pues no
ha existido.
(Inédito)
Agradecido tiene que estar el sujeto de la dedicatoria.
ResponderEliminarSe lo merece; además, me obligó a escribirlo.
EliminarY agradecidos quienes podemos contemplar la imagen a través de tu poema. Viena es una de mis ciudades favoritas y he conocido esa atmósfera fantasmal que inspira.
ResponderEliminarPrimeras luces,
el caballo de carga
se ve ligero.
Besos,
Gracias por tu comentario y por esos tres versos.
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